domingo, 19 de abril de 2009

Prefacio.

La literatura es una afición complicada, como toda actividad que tiene que ver con la esfera emocional tiene sensaciones y pensamientos infinitos, no hay verdades absolutas, no hay gustos y clasificaciones validas, algunos prefieren la prosa colorida, otros la brutal naturalidad, algunos escriben sobre grandes temas, otros de pequeñas cosas, al final la construcción de mundos da para todo y para todos.
Hace unos años comencé un ejercicio personal, el escribir una novela sin ambiciones, un texto cuya función principal no fuera establecer cánones, remecer conciencias o transmitir alguna clase de posición intelectual. Una obra cuyo único propósito fuera el entretener inocentemente, crear reacciones emocionales puras, fácilmente digerible, que resultara fresca y atractiva justamente para el publico que poco lee y que tan poco es considerado.
Me gusta abrir mercados, es lo que hago en mi vida diaria, creo que es la forma de crecer incluso para las actividades artísticas, en este país tenemos muchas vacas sagradas de las letras, que ven el ejercicio de la literatura como un tema exclusivo de una elite intelectualoide, no abrimos nuevos nichos de publico y después nos quejamos de que sean esas mismas masas las que se niegan a digerir las insufribles obras que normalmente paren nuestros escritores. Obras que siempre parecen estar escritas simplemente para demostración ególatra de la supuesta capacidad intelectual del autor sin buscar una complicidad con el público general.
Vivimos un fenómeno similar en el cine, durante décadas los realizadores se centraron en producir engendros de deprimente contenido político que provocaban rechazo no solamente en aquellos del espectro electoral contrario, no seria hasta la irrupción de películas “comerciales”, que aun siendo orientadas al grueso del publico mantenían una cierta calidad, que tuvimos una saludable empresa fílmica como la que de hoy.
¿Qué pasa en las letras? Seguimos enclaustrados en nichos minúsculos, despotricando contra las obras extranjeras de consumo masivo como las de jk Rowling, Clancy o la reciente Stephanie Meyer que venden en una sola tirada acá en chile mas que todos los autores nacionales. ¿Es acaso que el chileno no sabe leer cosas de “calidad” o es que no sabemos escribir aquello que efectivamente el chileno quiere leer?.
Destino no es una obra maestra, podrá ser tachada de Light, de bolsillo o cualquier otro apelativo, da lo mismo, en este mundo que gravita en la multimedia, busca dar al lector una sensación fílmica, una historia vista desde tres puntos de vista como planos de cámara distintos, si su lectura solo toma un par de horas bienvenida sea, si provoca algunas sonrisas, quizás una tímida carcajada y unos cuantos latidos ligeramente mas rápidos mejor aun, mientras deje un buen sabor de boca me doy por satisfecho.
Así es destino, una novela sin ambiciones, una historia de amor y aventuras actual.

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