Machu-pichu.
Cusco, Sierra peruana.
Dos días de descanso, mientras llega el otro equipo. No costó mucho para que Michelle la convenciera del tour.
“Machu-pichu”.
- Es muy pintoresco -. Le había dicho – Yo estuve acá con el equipo de Proof of life… y aproveché de recorrer, te gustará -.
Y hela aquí, en un minúsculo bus recorriendo las montañas, visitando extraños lugares, pequeños pueblos indígenas y antiguos monumentos.
La inmensidad de las montañas es hipnotizante, las rocas cubiertas de musgo, las hondas cañadas, un paisaje de leyenda, de cuentos de hadas
Ayer pudo verla de nuevo, de lejos al menos, se veía tan hermosa, vestida de guerrillera, hasta un fusil se ve bien en su regazo piensa. Pero hoy será diferente, exactamente a las una de la tarde su bus llegara bajo Machu-pichu.
Él estará ahí. Poncho, faldón, hasta el gorro de lana con orejeras, todo encima de su ropa. La extraña indumentaria del indio ebrio que se la vendió anoche luego de tentarlo con mejor licor del que probablemente había visto en su vida. Huele a rayos, pero funcionara, maquillaje para oscurecer su piel, hasta trenzas postizas y nariz falsa, Claudio no escatima en gastos.
Se mira al espejo y no puede evitar la carcajada.
Freddy se ríe media hora, y es que se ve absolutamente ridículo. Erguido en su pose natural de santiaguino universitario de clase media alta parece una Dorothy presta a salir hacia Oz, una Dorothy aimará.
Ensaya una nueva posición, un indio encorvado, no, mejor jorobado, cojo, tímido, pero, ingenioso y ladino.
- Patrón, las joyas del empera’or Monte’uma le tengo, puis, baratas, únicas, patro’cito -.
Un acento cantarín, lo ensaya una y otra vez, arrastra la lengua, altera las consonantes, se come letras. ¿Convincente?.
Dos turistas alemanes así lo creen, después de regatear hasta los veinte dólares, se llevan un mapa y un anillo, “de la reina Ini Maru”, una baratija de veinte centavos de forma indescifrable comprada a un hippie en Tacna la pasada semana.
Y eso sin saber ni pizca de alemán.
La una y cinco, el minibús rentado de la productora se detiene al pie de las escaleras, hay muchos turistas es mejor esperar un momento para subir a la ciudadela. Pero Faith esta de un humor excelente, frente a ella, la sierra se extiende en toda su agreste belleza y ella no está para esperar a nadie.
Las nubes casi pueden tocarse, mas allá un majestuoso cóndor planea hacia el valle, “Dios, que grande es”, la brisa helada, las escaleras interminables… y los indígenas que se acercan a vender sus baratijas.
“Pobrecillo”, un miserable indio jorobado, se acerca cojeando, se ve muy pobre con su poncho raído y su bolsito de mercadería artesanal.
- “Joyas fina le tiengo patronj’itas, joyas incas” – le ofrece sin levantar la mirada de entre los sucios manojos de pelo que le cubren la mitad de la cara.
¿Qué estará diciendo? Faith apenas entiende español culto, menos la jerga de los pobres.
- I don’t speak Spanish, sorry – le dice con la más cálida de sus sonrisas.
No es que Miguel solo pueda ver el gesto, prácticamente puede sentir la luminosidad que emana de su boca, esa dada por un corazón puro y maravilloso, se dice.
No puede evitar el levantar un poco la vista y devolverle la sonrisa.
- “Don guorry miss. I sol yubels, inca’s yubels” (no ‘e precupe señorita, yo ven’o jollas, jollas incas)-.
“Vaya, el indiecito habla ingles, no muy bien por cierto, pero, que sonrisa”.
Que sonrisa, no solo es la linda dentadura contrastando con la ropa sucia, los rasgos duros y sin gracia, es… es una sonrisa cálida, muy cálida. Faith se descubre en un largo silencio y sonriéndole al indio, ¿Cómo coqueteándole?.
- ¿Cuánto cuestan? – Retarda las silabas en ingles, para asegurarse que le entienda.
- Solo diez dola’es patrona – Miguel lucha como desesperado para no mirarla a los ojos… o peor, tratar de abrazarla.
- ¡¿Estas loco, cholo?! – el tono fuerte de Michelle los desconcierta a ambos – No le hagas caso Faith, con diez dólares puede vivir una semana, esa cosa no vale mas de 1, 2 a lo sumo -.
Miguel se aprieta los labios, “estúpido eso es muy caro, creerán que las quieres estafar”.
- Vámonos, este indio te quiere estafar – Faith es arrastrada por su amiga.
Miguel se queda ahí, perplejo. La realidad cae sobre él, su fantasía se desmorona ante sus ojos.
“¡Vamos dame una señal, solo una señal!”.
Faith comienza a subir las escaleras, atenta a los comentarios históricos de Michelle.
“¡Vamos, solo una señal de que este viaje no fue en vano!”
Ella observa extasiada el paisaje.
“¡Dios, no es ella!”.
Faith se detiene un momento. “Esa sonrisa, ¿Por qué?, ¿Por qué te sientes así frente a esa pobre criatura?”.
No puede evitar girarse, “¿Todavía estará ahí?, ¡Sí, ahí esta!”.
Miguel levanta un poco la cabeza, lo siente. Allí esta ella… dedicándole una amplia sonrisa antes de seguir subiendo.
“Gracias”.
- Será mejor que le cuente a Freddy -.
Miguel corre hacia la otra escalera, de forma que ella no le vea. Pero no puede evitar las miradas inquisidoras del policía más allá.
Tal como el uniformado no puede evitar el ser observado por la sombría figura escondida entre los escasos matorrales al otro lado del precipicio.
Arnold no esta muy cómodo con el “resguardo” policial, pero lo único que necesita es un buen blanco. Ella pronto llegara arriba, cuando esté en la amplia terraza tendrá todo despejado para un tiro perfecto con el rifle, incluso para un segundo por si acaso, el tercero será para el, por incomodo que resulte o en su defecto tendrá tiempo de sobra para lanzarse hacia el vacío. Así los dos muertos, la misión cumplida, la humanidad salvada.
Miguel trepa velozmente, los dos deben estar arriba, siempre y cuando su primo no haya ido ya a hacer la tontera de lanzarse en su snowboard por la ladera de al frente, “¡Demonios! Ojalá eligiera un momento más oportuno para sus locuras”.
Prepara el rifle, silenciador largo, una bala especial con su nombre en ella. Un momento mágico, ella comienza a aparecer, la puede ver por el visor, hermosa, sonriente. “Pronto estarás mas feliz mi amor, cuando atravesemos las puertas del cielo juntos”.
Faith se enfrenta a un panorama fantástico, rodeada por las ruinas y la imponente vista. “Desde el borde se puede ver todo el valle”.
Miguel para en seco, ¡El indio cojo verdad!, Comienza a renguear, se agacha, llega a la cima. ¿Muy tarde?, Un tipo con una radio lo mira con desconfianza, algo le dice al que esta a su lado.
Puede ver sus ojos alineados en la cruz lechosa de la mira, saca el seguro.
Capote largo, una especie de sombrero cubierto con nylon, botas militares.
¿Policías?.
Fijo.
No tienen cara de muchos amigos.
- ¡¡¡¡Detente cholo!!!… - Le alcanzan a gritar mientras se abalanzan sobre él.
La idea de una paliza gratuita baila delante de él y no le hace ninguna gracia.
Miguel corre, los dos policías se sorprenden un momento por la agilidad del indio… del indio cojo y jorobado.
Salta un muro bajo.
El dedo acaricia el gatillo.
Se lanza por las escaleras de piedra con la decisión de un demente y una velocidad Ad-hoc.
Llega a una terraza.
Esquiva a una pareja de chinos… ¿O japoneses?, De esos llenos de cámaras.
¡¡¿Que demonios importa eso?!!
Choca con una forma menuda dirigiéndose a contemplar la maravillosa vista.
La bala pasa cerca y se pierde en el valle varios cientos de metros mas abajo. El cóndor sorprendido en medio de su placido planeo casi muere de un ataque cardiaco producto del susto.
“¡¡Ha fallado!!… ¡¡Ella se movió!!… ¡¡Un indio la golpeó!!!.”
“¿Qué pasó? ¿Algo la golpeó?”, Por unos segundos solo ve un trozo de lana chillón. “¿Un indio? ¿El de hace un rato?”.
“¡¡Sí!! El mismo, la mira con… ¿El horror pintado en el rostro?”.
“¡¡Ay Miguelito esta vez si la embarraste!!” Se ve diciéndose en su mente.
Trata de enderezarse solo para darse cuenta que esta encima de ella de forma no muy decorosa.
No atina a nada, solo balbucea nervioso…
- I’m so Sorry, I just trying to avoid the…-.
¡¡Oops!!, Se muerde la lengua. Trata de incorporarse.
Faith no repara en la decente pronunciación del indio, algo adolorida y con su nariz quejándose ante el aroma del poncho.
Arnold vuelve a apuntar, ¡Esta vez sí!, La segunda bala entra en la recamara con un ruido seco de metal contra metal. Ella se incorpora, ese indio torpe la ayuda, se quedan mirando.
¡Quieta! Solo un poco, solo un segundo.
El dedo se crispa en el gatillo, las miras se alinean.
- ¡¡¡Cuidado conche’ tu maaaaaa….!!!!! -.
Gira y se encuentra con una tabla que aterriza en su cara, con gusto a cera y barro, el tipo flaco que iba arriba cae hacia atrás con las manos aun tapándole los ojos. El rifle rueda por un costado de la ladera cientos de metros mas abajo y Arnold por el otro.
Suelo, cielo, suelo, cielo… suelo.
Escupe algo de tierra, todo el cuerpo le duele, a rodado solo varios metros por la ladera casi al borde del abismo, por suerte no más abajo.
“¡¡Demonios!!… ¿Cómo le pasan estas cosas, es un augurio?… ¿Que cada intento le saldrá mal?… ¿Cómo puede ser posible?”.
¿Cómo puede ser posible?… ¿Cómo puede tener esos ojos? El indio no baja la mirada preocupado por los policías que suben por la ladera ¿A ayudar a un turista?
Esos ojos
Como los del chico en el hotel, esos ojos.
“¿Del indio?”.
domingo, 24 de mayo de 2009
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